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Historias de Noruega

Un lugar extremo para la vida... si eres un humano

En la costa noruega no puedes dominar la naturaleza. Tu única opción es no dejar que la naturaleza pueda contigo. Te adaptas. Te haces más fuerte. Y pescas.

Un lugar extremo para la vida... si eres un humano

«Supongo que fue una estupidez».

Cuando una ola chocó con fuerza contra la ventana del puente de mando despertándolo de su letargo, Mikal Solhaug comprendió que quizá había llevado a su pesquero mucho más allá de sus límites.

Se encontraba pescando en el Sector Norte, a 71 grados al norte, quizá demasiado lejos para esta embarcación. Tan pronto como se vio rodeado por la tormenta, Mikal puso rumbo a tierra.

Al igual que otros pescadores profesionales que faenan en el Ártico, Mikal está acostumbrado al mal tiempo. A menudo, aprovecha la mar gruesa para hacer virar su barco en contra de las altas olas y los fuertes vientos y dejar que los sedales se hundan por debajo de la embarcación. A los 14 años se inició en la pesca, y a los 23 ya era capitán de su primer barco. Todos los pescadores de estas aguas aprenden a conocer y respetar sus límites para minimizar los riesgos. Aún así, la situación era tremendamente peligrosa.

La pesca puede ser extrema

Con cada nuevo impacto de las olas, el puente de mando seguía inundándose. El compañero de Mikal agarró una tabla de cortar de madera del tamaño de la ventana y la envolvió con uno de los edredones de las literas a modo de improvisada junta de estanqueidad. Su ocurrente solución les dio algo de ventaja frente a la furia del océano, pero la tormenta había acabado con todos los instrumentos de navegación. Según el relato de Mikal, el barco estaba acabado.

«Lo único que nos quedaba era el timón y el motor», continúa.

Mikal se aferró al timón y se sirvió del viento como único instrumento de navegación. Cuando la ola les golpeó, la tempestad soplaba desde el sur. Sin buscarlo, se encontró remontando las olas y avanzando en zig zag para proteger su embarcación y minimizar los impactos del mar contra la ventana rota. El mal trago duró 15 horas. Finalmente, y pese a las pésimas condiciones, Mikal logró volver a tierra gracias a décadas de experiencia en aguas abiertas. Aliviado, navegó hasta su puerto de origen en la ciudad de Båtsfjord, en la región este de Finnmark, la más septentrional de Noruega.

Noches polares y auroras boreales

Bienvenidos a Båtsfjord, un lugar donde las condiciones extremas son tan frecuentes que casi se consideran la norma. En lugar de tratar de dominar la naturaleza o sucumbir ante ella, los habitantes de esta región aprenden a adaptarse. Más que luchar contra los elementos, dejan que estos dejen su impronta en todo y en todos.

Una de las características definitorias de las poblaciones costeras de Finnmark es que, en ocasiones, no se ve nada. Cuando cae la noche polar, la luz del sol se desvanece hasta el punto de que durante el día apenas se percibe un pálido resplandor azul mientras las ventiscas soplan tan fuerte y salvajemente que uno apenas alcanza a verse las manos. Las noches despejadas serían todo negrura de no divisarse los etéreos tonos verdes, rosas y azules de las auroras boreales danzando en el cielo, un espectáculo de una belleza tan sobrecogedora que es capaz de hacer estallar el corazón con solo mirar al firmamento.

Donde hay pescado, hay trabajo.

Es un lugar maravilloso para las expediciones polares. Pero, ¿y para llamarlo hogar? Recordemos que Finnmark es una región del tamaño de Dinamarca pero con una población de tan solo 75.000 habitantes. En ella, los inviernos son largos y el sol no se deja ver en meses.

Uno podría incluso preguntarse por qué hay siquiera comunidades ahí arriba. La razón es sencilla: donde hay pescado, hay trabajo. En toda la costa de Noruega, la cálida corriente del Golfo se encuentra con las gélidas aguas del Ártico, creando las condiciones perfectas para que la vida prospere bajo la superficie.

El ecosistema marino ha sido la base de la alimentación de los habitantes de la zona desde el final de la última glaciación. Aquí, a miles de kilómetros al norte de las antiguas civilizaciones de las que hablan los libros de historia, ya había asentamientos que vivían de la abundancia del océano.

Noruega tiene la segunda costa más larga del mundo y a lo largo de toda la costa encontrará importantes ciudades y centros comerciales.

Distancias extremas

Si incluimos en el cálculo sus numerosas islas, la costa de Noruega es la segunda más extensa del planeta. La longitud total de la masa continental de Noruega bañada por el mar, incluida Svalbard, es de nada menos que 130.000 km, es decir, más del doble de la circunferencia de la Tierra.

Hace muchos, muchos años, poblaciones de pescadores se establecieron por toda la costa para estar cerca de los bancos de peces que habitaban sus aguas, junto a toda aquella abundancia marina que les servía de sustento. A día de hoy, es posible encontrar casas hasta en las más remotas de las islas, que en realidad pertenecen más al mar que al continente.

Las principales ciudades de Noruega se encuentran en la costa, y muchas de ellas se desarrollaron como núcleos comerciales desde los que se exportaba pescado a Europa. El extremo más meridional de Noruega se encuentra más o menos a la misma distancia de Roma que del puerto al que arribó Mikal Solhaug tras la tormenta ártica.

Vivir en el extremo norte de Noruega es vivir en la naturaleza. Allí, es posible ver exóticas aves anidando en los escarpados bordes de los acantilados mientras los barcos traen a casa la pesca del día. Al suministrar a los puertos y factorías esta materia prima esencial, pescadores como Mikal hacen posible que la vida y el trabajo prosperen en este inhóspito lugar.