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Historias de Noruega

Una extraña aldea en el fin del mundo

Hace 30 años, los habitantes de Bugøynes, una población enclavada en el extremo más septentrional de la costa noruega, estaban dispuestos a recoger sus bártulos y abandonar su pueblo natal para siempre.  Hoy, la aldea ha vuelto a la vida gracias a una combinación de tenacidad y coraje, y a la demanda europea del maravilloso cangrejo rojo real de Noruega.

Una extraña aldea en el fin del mundo

Bugøynes es probablemente uno de los últimos rincones de la tierra en los que uno esperaría ver prosperar a la especie humana. Se trata de un lugar en el que el sol se deja ver poco en invierno y nada en absoluto en los meses de diciembre y enero. La vegetación es prácticamente inexistente en sus rocosas y erosionadas colinas. Apenas unos pocos arbustos y árboles de frutos no comestibles han conseguido echar raíces en sus yermas laderas, pero todos se muestran marchitos y castigados por el viento. Más hacia el interior, pequeños rebaños de renos sobreviven a duras penas a base del musgo que se esconde bajo la nieve, pero lo cierto es que la zona no ofrece muchos recursos con los que sustentar a una población humana.

Pero aun así, los que se atreven a desafiar al árido y ventoso paisaje ártico y a las estrechas y reviradas carreteras que conducen hasta esta minúscula aldea - cuyo enclave representa el punto más al noreste de toda Europa continental - se encontrarán con una próspera comunidad.

Al final de la carretera se encuentra Bugøynes, un pueblo que está prosperando gracias al cangrejo rojo real.

El pueblo que casi se hundió

Para entender el declive y posterior resurgimiento de Bugøynes, debemos remontarnos medio siglo y cruzar la frontera para situarnos en la región noreste de Rusia. Allí, en la década de los sesenta, científicos soviéticos liberaron en aguas rusas varios especímenes de cangrejo rojo real que no tardaron en extenderse al oeste hasta aguas noruegas. La llegada del cangrejo rojo real fue una pésima noticia para las comunidades pesqueras de toda la costa norte noruega, ya que sus poblaciones proliferaron prodigiosamente asolando los ecosistemas marinos locales a su paso.

Por aquel entonces, Bugøynes era una aldea pesquera común y corriente, aunque remota. La lonja en la que los pescadores entregaban sus capturas para el control de calidad, despiece y posterior distribución del pescado constituía el núcleo de la economía local y proporcionaba suficiente empleo estable para mantener la comunidad a flote. Pero en la década de los ochenta, la suerte de Bugøynes cambió para mal. Los pescadores empezaron a entregar sus capturas en lonjas más accesibles de otros lugares, y con ello vino el declive económico de la aldea. En 1987, la lonja echó el cierre de forma permanente. Øyvind Seipæjærvi, un empleado de banca reconvertido en pescador y uno de los impulsores del resurgimiento final de Bugøynes, rememora aquel entonces como un momento difícil.

«Tratamos de mantener la lonja en funcionamiento y atraer a nuevos propietarios, pero todo fue en vano», recuerda. «Buscábamos desesperadamente una nueva fuente de ingresos».

Durante los años posteriores, las perspectivas de futuro de la aldea fueron desalentadoras, y muchos de sus habitantes consideraron la posibilidad de marcharse. Los residentes de Bugøynes llegaron incluso a publicar un anuncio en la prensa nacional buscando «cualquier lugar que quisiera acoger a 300 nuevos habitantes».
Fue entonces cuando comenzamos a capturar cangrejos rojos reales.
Øyvind Seipæjærvi
Norway King Crab

Salvados por el villano

Tres décadas después, los residentes de Bugøynes tuvieron una revelación: empezaron a ver en el cangrejo rojo real de Noruega un recurso y no solo una molestia. Junto con unos pocos valientes emprendedores, Øyvind Seipæjærvi comenzó a distribuir cangrejos capturados en Bugøynes por marisquerías de toda Europa.
«Me recorrí prácticamente toda Europa con cangrejos reales bajo el brazo», nos cuenta Seipæjærvi.

La estrategia dio resultado. Hoy, la sede de Norway King Crab ocupa el espacio de la antigua lonja, y el crustáceo de poderosas pinzas de Bugøynes disfruta de una elevada demanda. 

«Ahora, el cangrejo rojo real de Bugøynes se sirve en marisquerías exclusivas de grandes ciudades de todo el mundo como Londres, París, Tokio o Abu Dabi, entre muchas otras», cuenta Seipæjærvi orgulloso. «Aunque no es probablemente el plato preferido del turista al uso, a los amantes del marisco les encanta», añade.

Gracias al cangrejo rojo real de Noruega, Bugøynes ha pasado de ser una aldea remota en los confines de la civilización al borde del abandono a convertirse en un lugar atractivo para personas en todos los rincones del planeta.

Sólo he intentado nadar aquí una vez y no tengo la tentación de volver a nadar.
Maria Høiberget Lavoll
Viviendo en Bugøynes

Sacrificios que merecen la pena

Pero en Bugøynes hay mucho más que cangrejos. La apertura de una sauna en una playa a las afueras del pueblo atrae a autobuses repletos de turistas finlandeses en busca de la adrenalina y emoción que da una experiencia plenamente ártica. Maria Høiberget Lavoll, quien ocasionalmente se toma un respiro de su trabajo como contable para ayudar a su hermano con la gestión de su empresa, es la encargada de conducir a los grupos de turistas desde la sauna hasta la playa. Siempre y cuando no tenga que meterse en el agua, a Maria no le molestan ni el frío ni la oscuridad de la remota Bugøynes. De hecho, no hay ningún otro lugar del mundo que le guste más para vivir. Reconoce que, aunque vivir en un sitio como este implica renunciar a ciertas cosas, a largo plazo compensa con creces. Según nos cuenta, es un lugar que obliga a centrarse en lo que realmente se necesita para vivir una buena vida, y no en lo que uno piensa que quiere.

«Ya sabes, estamos demasiado acostumbrados a tener lo que deseamos con solo alargar la mano —reflexiona— pero realmente no lo necesitamos. Aquí, si quiero ir al cine, por ejemplo, no tengo problema en coger el coche y conducir durante dos horas. Como lo hacemos cuando ponen una buena película que estamos deseando ver, nos merece la pena».

Una fuente inagotable de recursos

Pese a lo tranquilo que puede parecer, Bugøynes no es para nada aburrido. Maria tiene un papel relevante dentro de la Asociación para el Bienestar local, que prácticamente todas las semanas organiza algún tipo de actividad.

«Hacemos un poco de todo, desde actividades deportivas y rutas senderistas hasta concursos de trivial y conciertos», explica. «Nuestro propósito es ofrecer actividades que se adapten a todas las edades a lo largo de todo el año».

Esta combinación de abundantes recursos marinos y un fuerte sentido de la comunidad es la que hace de Bugøynes un lugar tan vibrante.  «¿Por qué demonios iba a plantearme volver a mudarme al sur»?, se pregunta Mariella Lind, quien llegó hasta aquí hace cinco años. «Este lugar tiene todas las cosas que me importan: aire puro, buena gente y la oportunidad de vivir en la naturaleza».