«Supongo que fue una estupidez».
Cuando una ola chocó con fuerza contra la ventana del puente de mando despertándolo de su letargo, Mikal Solhaug comprendió que quizá había llevado a su pesquero mucho más allá de sus límites.
Se encontraba pescando en el Sector Norte, a 71 grados al norte, quizá demasiado lejos para esta embarcación. Tan pronto como se vio rodeado por la tormenta, Mikal puso rumbo a tierra.
Al igual que otros pescadores profesionales que faenan en el Ártico, Mikal está acostumbrado al mal tiempo. A menudo, aprovecha la mar gruesa para hacer virar su barco en contra de las altas olas y los fuertes vientos y dejar que los sedales se hundan por debajo de la embarcación. A los 14 años se inició en la pesca, y a los 23 ya era capitán de su primer barco. Todos los pescadores de estas aguas aprenden a conocer y respetar sus límites para minimizar los riesgos. Aún así, la situación era tremendamente peligrosa.