Bugøynes es probablemente uno de los últimos rincones de la tierra en los que uno esperaría ver prosperar a la especie humana. Se trata de un lugar en el que el sol se deja ver poco en invierno y nada en absoluto en los meses de diciembre y enero. La vegetación es prácticamente inexistente en sus rocosas y erosionadas colinas. Apenas unos pocos arbustos y árboles de frutos no comestibles han conseguido echar raíces en sus yermas laderas, pero todos se muestran marchitos y castigados por el viento. Más hacia el interior, pequeños rebaños de renos sobreviven a duras penas a base del musgo que se esconde bajo la nieve, pero lo cierto es que la zona no ofrece muchos recursos con los que sustentar a una población humana.
Pero aun así, los que se atreven a desafiar al árido y ventoso paisaje ártico y a las estrechas y reviradas carreteras que conducen hasta esta minúscula aldea - cuyo enclave representa el punto más al noreste de toda Europa continental - se encontrarán con una próspera comunidad.