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Historias de Noruega

Mantengan la calma, sabemos lo que hacemos

Aunque el océano Ártico es uno de los lugares de trabajo más peligrosos del mundo, hoy en día es posible faenar de forma segura si se toman precauciones y se presta atención a la previsión meteorológica.

Mantengan la calma, sabemos lo que hacemos

Condiciones duras y frías

Son las tres de la tarde y empieza a anochecer en la ciudad de Båtsfjord, en la costa norte de Noruega. El agua está a 4 ºC. A esta temperatura, cualquier ser humano moriría de hipotermia en aproximadamente una hora, 30 minutos arriba o abajo. Sin embargo, en pleno invierno del Ártico son muchas las posibilidades de que una combinación de choque térmico, agotamiento y golpes de oleaje acaben con cualquiera antes de que tenga la oportunidad de morir congelado.

Desde que amaneció no ha dejado de nevar con fuerza. La intensidad del viento va subiendo hasta alcanzar el grado de temporal, y las calles de Båtsfjord se encuentran prácticamente desiertas. La mayoría de las personas tiene el buen juicio de permanecer a cubierto o, si es absolutamente necesario desplazarse a algún sitio, lo hacen en coche. Los pocos transeúntes que se dejan ver caminan apresurados y encogidos haciendo lo que pueden por proteger el rostro y las extremidades del azote del gélido viento y la nieve lacerante.

Al mal tiempo, buena pesca

Nos encontramos en plena temporada del skrei, lo cual quiere decir que las aguas del Ártico rebosan de esta valiosa variedad de bacalao atlántico, codiciada a lo ancho y largo del planeta. Este es, con mucho, el momento más importante del año para los pescadores del norte de Noruega, Por otra parte, es también la época en la que el océano Ártico presenta su cara más dura, fría y aterradora.

Con tan solo 23 años, Tor-Øyvind Bolle se encuentra ya al mando de un buque pesquero con seis tripulantes que acaba de volver de faenar en el mar de Barents durante dos días tras pescar más de seis toneladas de bacalao. Después de descargar su captura en el centro de procesamiento de pescado local, vuelve a hacerse a la mar. 

Como a cualquier pescador profesional, a Tor-Øyvind le hubiese gustado que el día hubiese amanecido soleado - aunque no ha sido así - y que el mar se hubiera mantenido en calma, pero tampoco ha habido suerte con esto. «¡Por supuesto que prefiero los días tranquilos y soleados!, pero el tiempo es el que es y no puedes hacer nada por cambiarlo», dice con el característico estoicismo tan frecuente entre los pescadores del Norte. «No hemos tenido ni un solo día con la mar en calma en todo el invierno».

Entretanto, mira las olas, la nieve y el viento sin mostrarse excesivamente preocupado. «Tampoco es tan peligroso... solo es más trabajo y mucho más esfuerzo», suspira.

Supervisión y precauciones

No es que hable con frivolidad ni que subestime la seguridad: simplemente es un pescador de tercera generación y lleva saliendo periódicamente a la mar desde que tenía siete años. Sabe exactamente cuántos golpes puede aguantar su barco («una buena dosis») y, lo que es aún más importante, es perfectamente consciente de cuándo es necesario regresar.

En el puente de mando está rodeado de pantallas e instrumentos que proporcionan datos vitales para mantener a salvo a Tor-Øyvind, a su tripulación y al resto de barcos de la flota noruega. Explica cómo puede seguir su posición y la de otras embarcaciones en las inmediaciones y conocer incluso la fuerza y dirección de las corrientes. Conoce la última hora sobre la fuerza del viento actual y prevista y la altura de las olas. La conclusión es que, aunque el tiempo puede cambiar en dos segundos, él puede reaccionar en uno.

Le preguntamos a Tor-Øyvind cuál es el mayor peligro cuando se encuentra ahí fuera a merced de las olas que rompen contra el casco y menean su embarcación, con el viento golpeando implacablemente a la tripulación y a la máquina, y la densa niebla y nieve ocultándolo todo a su alrededor con una impenetrable nebulosa. Este responde sin dudarlo y sin un ápice de ironía - «El fuego».

Minimizar los riesgos

No deja de ser curioso que el secreto de la seguridad en el mar resida en una serie de precauciones de lo más estándar: asegurarse de que se lleva a bordo el equipo de seguridad prescrito, restringir el uso de llamas abiertas, garantizar que no se dejan cabos sueltos ni objetos tirados por la cubierta, y establecer rutinas estrictas para el manejo de la maquinaria pesada.

Estos son los riesgos que uno puede controlar. Los que están fuera de nuestro control, deben evitarse. Así de simple.

Además, también comunica su posición a las autoridades pesqueras a intervalos regulares. Informa de las horas a las que tiende las líneas de pesca y las recoge, de la captura de la jornada cuando emprende la vuelta al puerto y del momento en el que entrega el pescado y amarra el barco.

Aunque aún no hemos dejado atrás el fiordo, la fuerza del océano ya se deja notar. La altura de las olas es de aproximadamente un metro, más que suficiente para tirar al suelo a un hombre adulto y, naturalmente, provocarle serias molestias estomacales. Sin embargo, nada de esto parece afectar a Tor-Øyvind.

«Solo me mareo cuando paso un par de semanas sin salir a la mar; luego me cuesta un día o así volver a acostumbrarme», comenta.

Aunque aguanta sin mayores problemas oleajes que asustarían a cualquiera, tranquiliza ver que sabe bien dónde están los límites.

«El límite es cuando las olas alcanzan una altura de entre cuatro y cinco metros. A partir de este punto, pescar aquí puede resultar peligroso», nos cuenta. «Aunque una vez me vi metido en medio de un huracán, fue en un barco más grande. Aquello sí que fue un mal trago».

La seguridad es lo primero

Uno tiene la sensación de que Tor-Øyvind y su tripulación podrían hacerlo con los ojos vendados. De hecho, esto es casi verdad: suelen tirar los sedales a media noche en medio de una oscuridad total. Aunque nunca se ha sentido en peligro en el mar, el duro clima puede pasar factura. 

«Cuando te expones a este clima cada día, puedes perder la motivación. Pero cuando consigues pescar, todo merece la pena», comenta.
Consulta la previsión meteorológica en su teléfono. «Hoy no podemos salir», asevera.

Ya de vuelta a Båtsfjord, encontramos el puerto repleto de embarcaciones grandes y pequeñas, todas ellas varadas a causa del mal tiempo. Un buen número de pescadores aprovecha para acercarse a una de las dos bares de Båtsfjord y charlar amistosamente con sus colegas. Pese a lo agradable de la escena, uno tiene la sensación de que preferirían estar en el mar extrayendo valiosas capturas de bacalao. Pero todo eso da igual, porque la seguridad es lo primero.