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Historias de Noruega

Los guardianes del legado

Pese a las largas jornadas, las duras condiciones de trabajo y un clima inclemente, las nuevas generaciones de pescadores noruegos mantienen vivas las tradiciones familiares. Te invitamos a descubrir por qué.

Los guardianes del legado

Para convertirse en pescador

Durante miles de años, la pesca ha constituido el principal sustento de los noruegos. Aunque los métodos y las tecnologías han evolucionado, los principios que rigen la captura del pescado y la navegación en uno de los entornos más duros e impredecibles del planeta siguen siendo los mismos.

El saber hacer y la pasión que los pescadores noruegos necesitan para pasarse la vida pescando en el Ártico no se aprenden en la escuela. Sus habilidades no son fruto del estudio en libros de texto y pizarras, ni tampoco de un meticuloso programa de deberes diarios en casa. Los noruegos llevan el mar en la sangre, y su predisposición por este medio se transmite de generación en generación y se cultiva con esmero desde que los niños alcanzan la edad suficiente para subirse a un barco.

Para los pescadores de hoy, la pesca no es solo una profesión, sino también una manera de mantenerse fieles a los valores familiares. Los siguientes son los relatos de tres pescadores orgullosos de llevar consigo el legado de sus antepasados cada vez que se hacen a la mar.

Pål Arlid Jørgensen - El portaestandarte

El portaestandarte

Cuando solo tenía siete años, a Pål Arild Pettersen se lo tragó el mar.

«Estaba junto a la orilla con unos amigos jugando en las rocas. Vi un trozo de poliestireno flotando en el agua y traté de alcanzarlo», nos cuenta mientras señala con el dedo hacia abajo describiendo la trayectoria hasta el océano desde un puente de Henningsvær, el pueblo pesquero en el que creció. Pål Arild perdió el equilibrio y cayó al mar.
Pero tuvo suerte: un vecino lo vio caer al agua y consiguió engancharlo por los pantalones impermeables con un palo puntiagudo. «No fue una experiencia muy traumática», afirma desde la perspectiva de los años. «No es lo mismo cuando eres niño: te tranquilizan y se te pasa. El peor recuerdo de aquel día es lo triste que me sentí por haber perdido una de mis botas de agua».

Cuarenta y tres años después sigue en el mar, aunque ahora en circunstancias mucho mejores. Sus antepasados realizaban el largo trayecto en dirección norte hacia Finnmark todos los años valiéndose únicamente de remos y velas, un viaje que puede hacerse en tres días en una embarcación a motor moderna.

Lo que más me gusta de mi trabajo son las mañanas, cuando soy el único que está despierto y salgo a mar abierto en mi embarcación. Es una experiencia profunda que me hace estar totalmente presente. Escuchar el silencio y sentirme solo en la inmensidad del universo es algo intenso, casi espiritual
Pål Arild Pettersen
Pescador

Agradecido

Aunque se alegra de seguir la tradición familiar, Pål Arild no añora en absoluto las condiciones en las que se trabajaba antaño.

«Mi abuelo solía recordarme que diese gracias por disponer de motores en nuestros barcos. La vida era dura, incluso brutal en ocasiones, y no me cabe la menor duda de que los niños se hacían hombres antes de tiempo».

Sin embargo, las cosas han evolucionado mucho a lo largo de los 50 años que lleva dedicado al mar. El cambio estructural en el sector pesquero noruego, la transición a un menor número de embarcaciones de mayor tamaño, las mejoras tecnológicas y unos salarios más altos han mejorado enormemente las condiciones de la profesión.

«Los pescadores que hoy comienzan sus carreras en el sector pasan a formar parte de un negocio mucho más profesionalizado. Lo único que no ha cambiado es la necesidad de tener experiencia, que se transmite de generación en generación y que tanto cuesta obtener».

Le preguntamos a Pål Arild si, ya de adulto, ha sentido alguna vez miedo en mar abierto. Nos responde que en realidad no, pero que recuerda que a los 15 años vivió una tormenta a bordo de un arrastrero de gambas en el que navegaron sobre olas de 13 metros frente a la costa de Finnmark.

«Era una noche completamente cerrada, lo cual por una vez resultó ser un alivio».
Jens Einar Bjørkås Johnsen - un pescador de tercera generación

Un pescador de tercera generación

Desde que era un niño, Jens-Einar Bjørkås Johnsen, vecino de Båtsfjord, Noruega, tuvo bien claro a qué quería dedicarse.

«Antes de terminar primaria ya sabía que iba a ser pescador»,  comenta.

Al igual que muchos otros noruegos que deciden pasar su vida sobre las olas capturando peces, Jens-Einar lleva la pesca en la sangre. Su abuelo era pescador y recaló en estas tierras desde Lofoten, otra importante región pesquera de Noruega. Al principio solo venía hasta aquí para la temporada de pesca, pero posteriormente decidió afincarse en la zona permanentemente. Su hijo siguió su ejemplo, y ahora Jens-Einar pertenece a la tercera generación consecutiva de Bjørkås que han hecho de la pesca su estilo de vida.

Familia de pescadores

Aunque su padre se retiró hace nueve años y tiene ya 74, su concepto de jubilación es bastante peculiar: cuando Jens-Einar vuelve a puerto al final de la jornada, su padre suele estar esperándole para ayudarle a descargar la captura.

«Es un tipo realmente duro. Aun con su edad, si quisiera, podría seguir haciendo jornadas de trabajo de 12 a 14 horas».
Aunque un poco de ayuda siempre es bienvenida, la presencia de su padre es en ocasiones un arma de doble filo. «Ya sabes, siempre está con eso de que los pescadores de mi generación lo hemos tenido todo demasiado fácil. Me dice que, mientras que al final de la jornada nosotros dejamos las capturas en el centro de procesamiento y nos vamos a casa, en sus tiempos tenían que ocuparse de eviscerar el pescado ellos mismos, y cosas por el estilo», nos cuenta.
Jens-Einar tiene dos hijos mayores y, aunque los dos han salido con él a faenar, ninguno de ellos se plantea la pesca como una salida profesional. Sin embargo, no es algo que le quite el sueño. «El número de pescadores de la zona se ha mantenido estable e incluso ha aumentado ligeramente en los últimos años, lo cual es síntoma de que la actividad sigue teniendo futuro en la próxima generación», señala
Asle Jørgensen - Nacido para pescar

Nacido para pescar

Es casi mediodía en Henningsvær, en las islas Lofoten. Este jueves de febrero es particularmente frío, húmedo e inhóspito incluso para lo que es normalmente habitual en la inclemente costa del norte de Noruega, y un número de barcos locales y visitantes sorprendentemente alto para la época en que nos encontramos permanece atracado en sus habituales amarraderos. Aquí, el descanso forzoso no sienta bien a todo el mundo.

Un hombre joven llega en barco hasta uno de los muelles de recepción del pescado más próximos al mar. Junto con su compañero, de edad más avanzada, están a punto de descargar aproximadamente 1.500 kilos de fogonero. Se puede pensar que no está nada mal para dos horas de trabajo.

Pero el joven, cuyo nombre es Asle Jørgensen, no parece excesivamente satisfecho. «Un mal día», suelta rotundamente tras descargar la captura sobre las grandes cajas metálicas dispuesta sobre el embarcadero. Aunque el volumen de pescado capturado puede parecer enorme a ojos ajenos, Asle conoce bien los tesoros que se esconden bajo estas aguas y es consciente de que puede hacerlo mucho mejor.

Esperando mucho pescado

Muy probablemente, las cosas mejorarán pronto para este simpático y amable joven de 27 años. Mañana, el pescador - que ya era un trabajador muy responsable mucho antes de adquirir su primera embarcación a los 19 años - repetirá su rutina diaria: levantarse, salir a alta mar, llenar sus redes con pescado y volver a puerto.

«Mañana espero encontrar un tiempo excelente y un montón de pescado. Esos son los días por los que este estilo de vida vale la pena», nos comenta, y añade que, desde que era un niño, sabía que dedicaría su vida a la pesca.

Asle es natural de Selje in Sogn og Fjordane, un pueblo situado unos 1.500 km al sur de Lofoten. Varias generaciones de su familia se han dedicado a la pesca, desplazándose por diferentes puntos de la costa noruega desde más de un siglo.

«Cuando termine aquí me tomaré unas semanas de vacaciones y, a continuación, empezaré con la temporada del gran hipogloso negro, mi captura favorita. Después, será el turno del bacalao en los faros del mar del Norte. Me encanta lo diferente que es mi trabajo cada día», concluye Asle antes de retirarse al hostal en el que él y sus compañeros pescadores harán la colada y pasarán la tarde.

Tal y como nuestro amigo esperaba, a la mañana siguiente, Henningsvær amanece bañado por el sol. El viento ha amainado, y el resultado de la jornada dependerá ahora de la voluntad de los dioses de la pesca.